Por Juan Manuel Alva
El Salmón nadó a contracorriente por el Pacífico hasta llegar a México. Fueron lustros de espera. Uno de los íconos vigentes del rock en español se presentó ante un Auditorio Nacional atiborrado. Andrés Calamaro actuó por primera vez en nuestro país y lo hizo de manera magistral. Eran la ocho cuarenta de la noche y el olee, olee, olee, oleee, Andrees, Andrees, retumbaba el recinto de Reforma. Una voz políticamente correcta anunció la tercera llamada. Enfundado por completo de negro y sus inseparables lentes oscuros el argentino comenzó con El Salmón, canción que ameritó su mote.
La lengua popular, trabajo más reciente del ex Rodríguez fue presentado parcialmente siendo Minibar la canción más adulada. En ella sugiere el sufrimiento y la creación artística como forma de vida y por consiguiente de felicidad. “Iba para torero, cobarde y autista y me quede en un rincón neutral, no importa si todos son cortos de vista, se nos va el plumero a los dos por igual… un amigo sale poco de su casa y tiene razón, allá afuera todo el mundo va armado, de este lado tengo el corazón, mi sierra eléctrica no cierra los feriados”
Difícil es encajonar el estilo músico/ vocal del argentino, influenciado por el tango de los cuarenta y setentas especialmente por Homero Manzi y Goyeneche respectivamente, también con acordes de cumbia, cuarteto, paso doble, murga, jazz acido y blues entre otros, hacen que Calamaro sea en si un género musical. La búsqueda de poesía en lo mas hondo de la condición humana en cada una de sus letras, hacen valida la analogía con Dylan. Aunque a diferencia de este, Andrés prefiere publicar sus olvidos “estoy seguro de que mis olvidos son más picantes, más intensos, más desagradables, creo que sería un material más interesante que mis memorias” (Playboy, Agosto 2006)
Con sus “amigos del siglo pasado” los también ex Rodríguez, Candy Caramelo y Niño Bruno, y el fundador de Enanitos Verdes Tito Dávila, Calamaro formó una banda experimentada que enloqueció a los diez mil individuos que no dejamos de corear cada una de sus canciones ni de agitar la mano en lo alto. Siempre ha estado rodeado de músicos que por amistad lo han acompañado en su camino. Bersuit fue la banda que lo cobijó en los conciertos de su regreso en 2005. Ese mismo año fue acreedor del Premio Gardel por mejor álbum y artista del año.
Acabando de tocar Mi gintonic las luces alumbraron al público por primera vez en la noche, Andrés quedó sorprendido al ver el Auditorio repleto. Arrojó el saco negro al suelo, estiró su playera mostrando a Zapata en el pecho y quitándose los gafas oscuras se puso de rodillas y besó el suelo “gracias México por este recibimiento, es impresionante este auditorio lleno, momentos realmente inolvidables”, siguió Estadio Azteca, canción del gran compositor argentino Marcelo el Cuino Escornik “atención pido al silencio y silencio a la atención, que voy en esta canción si me ayuda la memoria a contarles que a mi historia le faltaba lo mejor… Gracias le doy a la virgen, gracias le doy al señor porque entre tanto rigor y habiendo perdido tanto no perdí mi amor al canto ni mi voz como cantor” sentenció Calamaro enérgicamente como si esas líneas fueran una súbita autobiografía.
Me estoy sintiendo tan a gusto que me fumaría un porrito. Esta frase dicha en un concierto trece años atrás, le costo una improvisada detención a su regreso a los escenarios en el Luna Park. El gobierno de la provincia de Buenos Aires montó todo un reality show que trasmitió en vivo una televisora, horas más tarde salió de la jefatura sin cargo alguno y una disculpa del gobernador bajo el brazo. Hoy la situación ha cambiado. “Voy a salir a caminar solito, sentarme en un parque a fumar un porrito y mirar a las palomas comer el pan que la gente les tira y reprimir el instinto asesino delante de un mimo o de un clown hoy estoy tan violento, tan radical pero tengo aprendido el papel principal”, entona en Loco.
Después de dos horas se despide. Aún tenemos fuerza para regresarlo al escenario animándolo con el clásico ¡olee olee olee oleee andreees andreees! Volvió. Ahora con Blue Demon en la remera y poniéndose de capa la bandera mexicana y argentina, la ovación crece cuando le avientan un jersey de los Pumas y lo sostiene en lo alto por unos segundos. Aprovecha la última vez que se dirige al público para felicitar al Tri de Lora por sus cuarenta años. La batería entona las primeras notas de Flaca, se acerca el final (regularmente cierra sus conciertos con esa canción) la entrega es reciproca y total. Y como dijera Calamaro en La espuma de las orillas: para siempre te voy a esperar, para siempre te voy a querer, como siempre te voy a pedir, para siempre querernos así, la corriente del rio que vino te trajo hacia mí… mi sentimiento va a durar, el fuego no me va a quemar ya no tengo espinas clavadas en el corazón.
Poco más de veinte canciones bastaron para quedar extasiado de buena música esperando un nuevo encuentro que quizá no tardará. Ojalá que el Salmón haga un nuevo esfuerzo y lo veamos en el Vive Latino 2009.
La lengua popular, trabajo más reciente del ex Rodríguez fue presentado parcialmente siendo Minibar la canción más adulada. En ella sugiere el sufrimiento y la creación artística como forma de vida y por consiguiente de felicidad. “Iba para torero, cobarde y autista y me quede en un rincón neutral, no importa si todos son cortos de vista, se nos va el plumero a los dos por igual… un amigo sale poco de su casa y tiene razón, allá afuera todo el mundo va armado, de este lado tengo el corazón, mi sierra eléctrica no cierra los feriados”
Difícil es encajonar el estilo músico/ vocal del argentino, influenciado por el tango de los cuarenta y setentas especialmente por Homero Manzi y Goyeneche respectivamente, también con acordes de cumbia, cuarteto, paso doble, murga, jazz acido y blues entre otros, hacen que Calamaro sea en si un género musical. La búsqueda de poesía en lo mas hondo de la condición humana en cada una de sus letras, hacen valida la analogía con Dylan. Aunque a diferencia de este, Andrés prefiere publicar sus olvidos “estoy seguro de que mis olvidos son más picantes, más intensos, más desagradables, creo que sería un material más interesante que mis memorias” (Playboy, Agosto 2006)
Con sus “amigos del siglo pasado” los también ex Rodríguez, Candy Caramelo y Niño Bruno, y el fundador de Enanitos Verdes Tito Dávila, Calamaro formó una banda experimentada que enloqueció a los diez mil individuos que no dejamos de corear cada una de sus canciones ni de agitar la mano en lo alto. Siempre ha estado rodeado de músicos que por amistad lo han acompañado en su camino. Bersuit fue la banda que lo cobijó en los conciertos de su regreso en 2005. Ese mismo año fue acreedor del Premio Gardel por mejor álbum y artista del año.
Acabando de tocar Mi gintonic las luces alumbraron al público por primera vez en la noche, Andrés quedó sorprendido al ver el Auditorio repleto. Arrojó el saco negro al suelo, estiró su playera mostrando a Zapata en el pecho y quitándose los gafas oscuras se puso de rodillas y besó el suelo “gracias México por este recibimiento, es impresionante este auditorio lleno, momentos realmente inolvidables”, siguió Estadio Azteca, canción del gran compositor argentino Marcelo el Cuino Escornik “atención pido al silencio y silencio a la atención, que voy en esta canción si me ayuda la memoria a contarles que a mi historia le faltaba lo mejor… Gracias le doy a la virgen, gracias le doy al señor porque entre tanto rigor y habiendo perdido tanto no perdí mi amor al canto ni mi voz como cantor” sentenció Calamaro enérgicamente como si esas líneas fueran una súbita autobiografía.
Me estoy sintiendo tan a gusto que me fumaría un porrito. Esta frase dicha en un concierto trece años atrás, le costo una improvisada detención a su regreso a los escenarios en el Luna Park. El gobierno de la provincia de Buenos Aires montó todo un reality show que trasmitió en vivo una televisora, horas más tarde salió de la jefatura sin cargo alguno y una disculpa del gobernador bajo el brazo. Hoy la situación ha cambiado. “Voy a salir a caminar solito, sentarme en un parque a fumar un porrito y mirar a las palomas comer el pan que la gente les tira y reprimir el instinto asesino delante de un mimo o de un clown hoy estoy tan violento, tan radical pero tengo aprendido el papel principal”, entona en Loco.
Después de dos horas se despide. Aún tenemos fuerza para regresarlo al escenario animándolo con el clásico ¡olee olee olee oleee andreees andreees! Volvió. Ahora con Blue Demon en la remera y poniéndose de capa la bandera mexicana y argentina, la ovación crece cuando le avientan un jersey de los Pumas y lo sostiene en lo alto por unos segundos. Aprovecha la última vez que se dirige al público para felicitar al Tri de Lora por sus cuarenta años. La batería entona las primeras notas de Flaca, se acerca el final (regularmente cierra sus conciertos con esa canción) la entrega es reciproca y total. Y como dijera Calamaro en La espuma de las orillas: para siempre te voy a esperar, para siempre te voy a querer, como siempre te voy a pedir, para siempre querernos así, la corriente del rio que vino te trajo hacia mí… mi sentimiento va a durar, el fuego no me va a quemar ya no tengo espinas clavadas en el corazón.
Poco más de veinte canciones bastaron para quedar extasiado de buena música esperando un nuevo encuentro que quizá no tardará. Ojalá que el Salmón haga un nuevo esfuerzo y lo veamos en el Vive Latino 2009.